No sé a vosotras, pero a mi me frustra muchísimo el hecho de no poder hacer todo lo que quiero, soy de ésas personas que tienen todo organizado al milímetro y aunque sé perfectamente que durante ésta etapa no tienen cabida los planes, no termino de hacerme a la idea.
Me acuesto cada noche haciendo una nota mental de todas las cosas que quiero hacer al día siguiente, pero no siempre es posible llevarlas a cabo.
Cómo os he hecho saber en alguna ocasión, mis dolores de espalda están siendo una pesadilla y hay días que no me queda otra que hacer reposo, y en los que mi mayor logro es caminar un ratito y hacer las cosas de casa y algún recado.
Si a ésto sumamos las noches de NO descanso tenemos el cóctel perfecto para estar hecha un cuadro al día siguiente, con ojeras hasta los pies incluídas y cero fuerzas y ganas.
La vida desde el sofá es apetecible, pero sólo a veces. Cuando se convierte en tónica habitual además de aburrir, hace que éste tipo de sentimientos negativos se apoderen de nosotros, y que nos sintamos mal por no llegar a todo.
En la era de las Superwoman, en la que parece que nosotras somos las únicas que nos vemos frenadas por las circunstancias mientras las demás van y vienen, viajan, no pierden tirada y tienen su casa perfectamente 24/7 os diré que la realidad no es así en la mayor parte de los casos, que la procesión va por dentro y muchas veces sólo nos quedamos con lo superficial, con la foto sonriendo sin saber el caos que la persona lleva por dentro.
El hecho de no llegar a todo es algo normal, y aunque nos cueste horrores tenemos que verlo como tal.
He querido hacer ésta reflexión porque ahora, ya en el último trimestre, hay días que se complican sin más y en los que el cuerpo no está para nada, motivo por el cual en ocasiones no publico contenido como me gustaría.