«Después de un primer contacto de diez recorriendo el Lago di Como, nos tocaba dejar Bérgamo para dirigirnos a nuestro siguiente alojamiento. Hasta llegar a él nos esperaban unos cuantos km en coche, y un paisaje que nos enamoró por completo sin esperarlo.
Digo sin esperarlo porque teníamos que pasar sí o sí por Génova y absolutamente nadie me lo recomendaba, todo el mundo me decía que no tenía nada que ver, que era una ciudad puramente industrial, muy decandente y sin ningún reclamo. Ésto hizo que el día se convirtiera en uno de los más difíciles de organizar. Investigando, y tras descubrir que Génova está considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco no lo dudé, pararíamos en ella, aunque sólo fuese para hacer un alto en el camino y coger fuerzas para continuar. Y no nos arrepentimos de hacerlo, sí es una ciudad industrial, y también decadente, pero preciosa, y con mucho encanto. Aparcamos el coche en un parking y nos dispusimos a recorrer a pié parte de su zona vieja, después de unas cuantas indicaciones estábamos en el Mirador Montaldo, con unas vistas de la parte antigua y del puerto simplemente impresionantes, me hubiera quedado allí sentada en un banco toda la tarde.
MIRADOR DE MONTALDO
GÉNOVA
Se acercaba la hora de comer, y decidimos ir a coger el coche y probar suerte buscando un lugar tranquilo en el paseo marítimo. Después de una intentona fallida de visita al bonito barrio de Boccadasse, que justo nos quedaba de camino, la suerte nos sonrió y pudimos disfrutar de una comida a orillas del mar, con vistas a la ciudad.
Puesto que no contábamos con que nos gustara tanto, no disponíamos de mucho más tiempo para recorrerla, cosa que nos dió un poquito de pena, y motivo más que suficiente para volver a ella algún día.
Con las mismas, pusimos rumbo nuevamente. Dejamos a un lado la autopista y llegamos a Portofino, nuestra siguiente parada, después de recorrer la costa de la bien llamada Riviera Italiana, entre lujosas mansiones y unos acantilados de vértigo. Al fondo de una sinuosa carretera, aparecen Rapallo y Portofino, con sus típicas casitas de colores. Un lugar de ensueño, de postal. Helado en mano decidimos que no podemos irnos sin conocerlo más a fondo.
RIVIERA ITALIANA
MARGHERITA LIGURIA
La tarde empieza a caer, y todavía tenemos una hora hasta poner fin a nuestra ruta de hoy. Después de las preciosas vistas que nos acompañaron durante todo el camino, nos aventuramos a dejar otra vez de lado la autopista y seguir la carretera convencional hasta llegar a la Spezia. Ésta vez cambiamos la costa por unos puertos de montaña preciosos y por unos pueblos escondidos y recónditos llenos de encanto. Ya con la noche a cuestas, llegamos a la Spezia. Buscamos nuestro alojamiento, hacemos el check in y con las mismas volvemos a salir para cenar, a un minuto a pié del establecimiento hay una trattoría donde siguen haciendo las pizzas en horno de leña, sin palabras, buenísimas.
Nos alojamos en la Spezia porque es el mejor lugar para hacerlo si quieres visitar Cinqueterre, desde allí salen los trenes hacia los pueblos. Nuestro B&B era «Levante Residence» (Vía Vappa, 7), a 10 minutos a pié de la Estación de Trenes, un poco alejada del centro de la ciudad pero perfecto para lo que nosotros necesitábamos. Nos alojamos en un loft precioso y recién hecho, amplio y con todas las comodidades que os podáis imaginar.
Ésto ha sido todo por hoy, nos vamos a dormir llenos de ilusión por lo que nos depara el día siguiente, uno de los más esperados.»