» Llegó el jueves, y con él otra de las etapas más esperadas por mi, por fin iba a conocer Venecia, ¡cuántas veces me la había imaginado!.
Nos levantamos temprano, y después de un rico desayuno en el hotel (para las últimas dos noches escogimos el hotel «Bologna», en Mestre), nos dirigimos a la estación de trenes y nos dispusimos a comprar los billetes hacia Venecia, 15 minutos después estábamos en la isla. La primera impresión me dejó boquiabierta, también es cierto que había muchísima gente y ésto me desagradó un poco, pero con las mismas, cogimos el callejero y nos echamos al camino, ése no iba a ser un impedimento,o no por el momento. Nos faltaban ojos para mirarlo todo, y dedos para fotografiarlo, creí volverme loca.
Hicimos la ruta hasta la plaza de San Marcos con calma, y con parada en una ‘gelateria’ incluída. Una hora más tarde estábamos entrando en ella, que por cierto, era un hervidero de gente.
La dejamos a un lado para seguir camino hacia el famoso Puente de los Suspiros con la intención de acercarnos a una parada de Vaporettos y buscar una línea que nos llevase a Burano y Murado. Mi gozo en un pozo, era tal la aglomeración de gente que los vaporettos estaban totalmente colapsados, dimos media vuelta diciendo adiós a las islas, y pusimos en marcha el plan B: volveríamos atrás por las calles menos turísticas para sentarnos a comer tranquilamente. Después de la sobremesa, con las pilas recargadas, volvimos a enfilar los canales para visitar las zonas que nos habían quedado atrás con calma y disfrutando de cada rincón.
Después de todo el día pateando, subiendo y bajando puentes y escaleras, nos dirigimos a los vaporettos con la intención de realizar una ruta marítima. Por suerte, a ésa hora el flujo de gente había disminuido bastante, y pudimos cumplir con nuestro objetivo. Las vistas de la Laguna, así como del gran Canal mientras atardecía fueron simplemente maravillosas, la despedida perfecta a éste día tan tan bonito.
Nos quedamos con el mal sabor de boca de no haber podido ir a las demás islas pero es un motivo más que suficiente para volver otra vez, ¡me ha sabido a poco!.
Sin duda alguna, se han cumplido todas mis expectativas, Venecia luce incluso más bonita de lo que yo la veía. Con ése aire decadente que me parece tan evocador, y que nos habla de su historia y de su grandeza. Un lugar totalmente diferente a todo lo que haya podido ver antes, digno de visita y de que todo el mundo se pierda entre sus callejuelas, y sus palazzos.»